En los retiros de sanación interior"Bienvenido a la Vida" algunas veces hemos realizado esta experiencia del baño de luz...a sido muy favorable esta experiencia para aquellos asistentes al retiro, ya que han encontrado la raíz a muchas interrogantes en su vida y que han ayudado en su proceso de sanación interior.Aqui va una breve explicación.
Para llegar a conocer profundamente con la ayuda de Dios esas zonas oscuras de tu vida, algunos, como Darío Betancourt, recomiendan el baño de luz, que, según este autor, no es otra cosa que, “con la ayuda del Señor, tratar de encontrar:
Una respuesta a algo que nos molesta y nos hace sufrir.
Una razón a aquello que nos impide ser felices y no nos permite progresar espiritualmente.
La causa de un bloqueo o trauma.
Una luz para aquella oscuridad que produce una parálisis en la vida espiritual”.
En el baño de luz debes pedirle a Dios, que es fuente de luz y toda luz, que ilumine tu caja negra para que puedas reconocer las causas de esas reacciones que no puedes manejar, y que todavía no descubres cuáles pudieran ser.
Es importante también que sepas usar bien y sin temor tu imaginación. Dice el Dr. Walter Chase (director del Departamento de Ciencias Básicas y Visuales de
“Lo que se ve con la mente es tan real, en un sentido, como lo que se ve por una ventana. No hay mucha diferencia fisiológica entre las señales que transmite la mente y las que transmite el ojo”. (New York Times, agosto de 1973).
Por tanto la imaginación no es despreciable ni es una cualidad humana de segunda categoría. En esta tarea de buscar que Dios ilumine tu caja negra la imaginación puede desempeñar una labor importantísima.
Para hacer tú mismo esta oración del baño de luz:
Busca un lugar y momento de tranquilidad donde puedas concentrarte.
Imagínate a Dios, o a Jesús, en forma sencilla, y dirígete a Él con toda confianza.
Escríbele en una carta lo que estás sintiendo en ese momento.
Escríbele también lo que tú quieres que Él te ilumine en tu caja negra: la causa de lo que te está preocupando, y que quieres que Él te sane.
Imagínate desde el momento en que fuiste concebido y pídele luz para ver y saborear el amor que Él te manifestó desde ese primer momento de tu vida. Y así, desde ese amor de Dios por ti, sigue imaginándote lo que pudo haber pasado cuando cada uno de tus padres se enteró de que tú venías, y pide la luz de Dios para cada momento, mes por mes, vivido dentro de tu madre. si en algún momento sientes una emoción muy fuerte, quédate ahí pidiendo más luz para ese momento, hasta que veas con claridad.
Imagínate cuando naciste, y cómo habrás sido recibido por tus padres, hermanos, abuelos, y por quienes te ayudaron a nacer (médicos, parteras). Pide luz para ese tan importante acontecimiento de tu nacimiento. Si algún pensamiento sobre tu nacimiento o las circunstancias que lo rodearon, te produce una emoción particular, pide a Dios más luz sobre eso hasta que veas con claridad.
Imagínate tu primera infancia y recuerda las cosas que de ti se decían en tu casa. Piensa en tus primeros recuerdos como niño en casa, con el resto de la familia, con los amiguitos, en la escuela. Pide luz para ver si esos recuerdos tienen alguna relación con lo que quieres sanar de tu caja negra.
Escucha y escribe lo que Jesús te contesta en cada uno de los momentos de tu vida.
Dale gracias a Dios por tanto amor y por todo lo que te ha iluminado en esta oportunidad.
Este ejercicio puedes repetirlo varias veces, ya sea para que Dios te ilumine un mismo aspecto oscuro de tu caja negra, o para que te ilumine otros que puedan ir surgiendo.
“Al descubrir la causa de nuestros males, el resultado lógico ha de ser que si ponemos en práctica lo que el Señor nos dice, va a realizarse en nosotros una transformación notoria. Si seriamente queremos saber la causa de nuestros males, Dios la revelerá, y entonces:
Seremos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y así nosotros mismos llegaremos a ser más y más como Cristo, porque cada vez tendremos más y más de su gloria (2 Corintios 3, 18). Y la gloria que reflejaremos será la gloria del rostro de Cristo, que es la misma gloria de Dios, el Padre.
Brillaremos con la luz de las estrellas en medio de este mundo oscuro (Filipenses 2, 15) porque somos luz del mundo (Mateo 5, 14).
Irradiaremos paz, tanto para nosotros como para los demás”.
(“Baño de Luz” – Pág. 32 – de Darío Betancourt,
Publicaciones kerigma, México)
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